Discrepo con la manida expresión que dice «los datos son el petróleo del futuro». Con el tiempo, los datos terminarán estando al alcance de todos y el valor añadido se encontrará en el uso (el conocimiento), adaptado al negocio que cada compañía sea capaz de hacer con esos datos, para lo cual el talento será la clave.
Lo que, a mi juicio, sí será el petróleo del futuro es el capital humano. El combinado de talento que sean capaces de aportar las personas a los proyectos será ese petróleo que diferenciará a unas empresas de otras. Y es verdad que una parte de ese capital podrá ser deslocalizado y estar en casi cualquier parte del mundo, pero -perdón por pensar de nuevo en contra de la mayoría- un porcentaje muy importante de ese capital humano tendrá que ser necesariamente local. Esa será una de las más importantes palancas de atracción de inversiones y, por lo tanto, de generación de bienestar para los países.
Lideramos el porcentaje de parados en la UE con un 11,5%, mientras que la media de Europa está en el 6%
En este sentido, me preocupa muchísimo que, en este momento de brutal transformación del modelo productivo empujado por la digitalización, España se está quedando atrás y eso puede significar hipotecar nuestro futuro para los próximos 15-20 años.
Estamos asistiendo a la terrible paradoja de que en el Q2 de este año, según acaba de informar el INE, se han quedado sin cubrir 151.340 ofertas de trabajo. Y, al mismo tiempo, lideramos el porcentaje de parados en la UE con un 11,5%, mientras que la media de Europa está en el 6%. Pero, lo que es aún peor, nuestra tasa de paro de jóvenes (el futuro) asciende al 25,5%, mientras que en la UE está en casi la mitad (14,5%).
Por otro lado, según el Ministerio de Educación, FP y Deportes, España acoge el mayor porcentaje de población juvenil que deja los estudios tras la ESO. Es decir, a los 17 años cuando termina la educación obligatoria, sin hacer ni siquiera los dos cursos del Bachillerato. En concreto, España duplica la media de los países avanzados (OCDE).
Las ayudas son un derecho, pero condicionado a un deber.
La actual Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, está acometiendo una estrategia completamente equivocada porque se está centrando exclusivamente en fomentar la cultura de todo tipo de subsidios y ayudas económicas (políticas pasivas de empleo), olvidando las que sacan a la gente del paro que son las políticas activas. A cortísimo plazo pueden sonar muy bien, pero a medio plazo se convierten en una cárcel de la que cada día que pasa es más difícil salir, generando así una terrible dependencia. Y a nivel de país lo que consigue es destruir fuerza laboral que empuja al país hacia el desarrollo y el bienestar económico. No digo que haya que eliminar los subsidios, pero sí afirmo contundentemente que deberían estar directamente condicionadas. Es decir, el país ayuda mientras que el ciudadano trabaje para integrarse en el mercado laboral. Las ayudas son un derecho, pero condicionado a un deber.
Si no nos tomamos en serio, como estrategia de país, la responsabilidad de generar un volumen importante de capital humano con una formación (la que demandan las empresas) de valor añadido, estaremos cerrándonos puertas a un futuro de bienestar y perdiendo competitividad en cantidades industriales. Eso, y poner un cartel que diga a las empresas «no inviertas aquí», es lo mismo.